(…)
A los dos días emprendí mi viaje al sur, a mi casa, a mi país. Mi maleta era patética. Tan poco glamorosa que no merecía llamarse maleta: dos botellas de gin, una de Lolly Pratt, una edición gastada de On the road de Jack Kerouac, guayaberas, algunas mudas de ropa interior, traje de baño, mi Colt y la tabla de surf. Manejé desde Venice Beach hasta San Diego. Detuve mi Woody frente a la marina para ver el gran portaviones estacionado. Era enorme. Tuve que dejar escapar un silbido, como los que dejas escapar al alzar la vista frente al Empire State o cuando pasa una morena caderona en East L.A.
(…)
HAGHENBECK, F.G. Trago amargo. Roca editorial, 2009